Sobre Desparaíso


Hernán Riveiro es, decididamente, un poeta. Y no necesariamente porque escriba versos encadenados, sino porque actúa, vive, siente y escribe como poeta. Estimado lector, hoy tienes en tus manos la opera prima de Riveiro, y no es poco. Años de escritura, selección y correcciones parieron este poemario en donde Riveiro se la juega y le hace frente al amor con todo el lirismo que nace de su piel. El amor deseado, el destruido, el consciente, el sublime, el arcano, el sin nombre; todos los amores del mundo se reúnen en las poesías de Riveiro. Pero él es sólo un combatiente del lenguaje que se arruga, se agranda, se estira, se encoje, se cae y se levanta para darle pelea constante a la palabra que se hunde en el vórtice de un lirismo post-moderno y cementicio.
Hernán, el lenguaje y la batalla son testigos maniatados por las fugas de los amores mortales que se explicitan en el poemario. En su opera prima, Riveiro apostó al amor, al decir del amor, al sentir del amor. Pero son amores esquivos, fugaces, casi efímeros que nacen y mueren con cada poema. La tinta no tiembla cuando habla; la mano no duda cuando se desliza por los poros de un papel en blanco que ya está completo aún antes de comenzar. Porque Riveiro lo sabe, porque lo intuye, porque sospecha.
El poemario está condenado al amor perpetuo. Con imágenes frescas y nítidas, nobles y francas; con metáforas desafiantes y modernas; con caligramas y cacofonías; con todo el arsenal poético, el balbuceo y la claridad se polarizan y confabulan para dar a conocer el sentir de un Riveiro que se desarma en cada poema para rearmarse en el próximo.
Particularmente, saludo y aliento a la nueva poesía joven que hunde sus manos en el latir de una ciudad que no está hecha sólo de pehuenias, volcanes humeantes y lagos profundos.
Particularmente, yo te saludo Hernán Riveiro, joven poeta del amor ciudadano y desesperado.

Horacio García - El prólogo que no fue.-